La temporada del Barça no se puede tildar de mala; pero, acostumbrado a ganar varios títulos cada año, esta campaña es obvio que ha sido peor que otras. No ha logrado la Liga y quedó eliminado en cuartos de final de la Champions; no obstante, ha salvado los muebles llevándose un título (quizá menor, pero no por ello despreciable): la Copa del Rey.
La temporada culé no se critica solo por los resultados, sino por los altibajos futbolísticos. Un equipo ganador, como es el Barça, ha tenido muchas tardes grises. Sin ir más lejos, el 4-0 en París (que salvó con una remontada épica) o el 3-0 en Turín (ante el que quedó completamente noqueado). Y en Liga también ha sufrido reveses imprevistos, sobre todo en su propio estadio, donde equipos de menos talla han sido capaces de doblegarles.
Nadie puede negar que el peso del Barça lo lleva Messi. Cuando éste no tiene su día, todo el equipo lo nota y pierde capacidad de reacción. Pero cuando está bien… todo parece fácil para el resto del once.
En la final de Copa no ha sido una excepción. El conjunto azulgrana se adelantó con un gol de Leo. Pero los vitorianos tiraron de casta y Theo anotó un gran gol que le daba el empate al Alavés y le llenaba de ilusión. El equipo vasco jugó muy bien y nunca tiró la toalla, pero un par de errores en torno al descanso le condenaron. Quitando a Iniesta y a Messi, poco más destacó en las filas del Barcelona, a pesar del 3-1 en una final. El argentino se ha convertido junto a Ben Yedder, en el máximo goleador de la competición con 5 tantos.
Por tanto, la renovación de Messi se antoja cada vez más necesaria para un Barcelona que afronta un futuro incierto y que puede quedar muy vacío si se despidiera en un año. Luis Enrique ya ha dicho adiós al banquillo y el más que probable reemplazo apunta a un Valverde que iniciará una nueva etapa. ¿Pero qué rumbo tomará?
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